Etiquetado: gasto farmacéutico
RIP por la libertad clínica
Se culmino la ignominia o las complicaciones que introducen con tal de que se recete lo que ellos quieren
Este enrevesado esperpento se realiza con la colaboración de sociedades llamadas científicas, a las que parece no darles vergüenza que su nombre aparezca en estos tinglados.
1 de noviembre. Comienza el espectáculo
1 de noviembre. Comienza el caos. Si gracias a ínclitos políticos de uno y otro signo (no hay que olvidar que aunque la fechoría la han perpetrado desde el ministerio de sanidad socialista, las autonomías populares y nacionalistas han consentido y aplaudido la medida). Como decimos gracias a los políticos y también con la anuencia vergonzante del consejo general de colegios de médicos, algunas sociedades científicas y asociaciones marginales de sanitarios y consumidores, sin olvidar a líderes de opinión y comentaristas de la blogosfera sanitaria. En frente una gran mayoría de médicos y sobre todo el profesionalismo y el sentido común.
Es necesario señalar las más importantes objeciones a esta medida o Real Desastre 9/2011
Prescripción por principio activo (PPA). La primera y gran mentira es esta. La PPA supone que cuando el médico prescribe un tratamiento emite una receta donde escribe el principio activo de la sustancia, cantidad por dosis y numero de dosis necesarias para completar el tratamiento que cree necesario para su paciente. En la farmacia se prepara de forma individualizada en contenedores, donde se hace constar las indicaciones del médico (nombre del paciente, del principio activo y cantidad prescrita).
Lo que sanciona el decreto no es eso. En España no existe esta modalidad de prescripción salvo para la formulación magistral. Lo que hace esta orden es utilizar la PPA como subterfugio para que se financie exclusivamente el medicamento más barato sin manifestarlo de forma explícita. Se intenta abaratar los costes de los medicamentos, sin que médicos y pacientes se percaten del verdadero y único objetivo de esta medida: reducir a toda costa la factura farmacéutica manteniendo la apariencia de que se sigue ofertando todo y que persiste la libertad de prescripción.
Sostenibilidad y coste Más que la gran opción para mantener el sistema sanitario público gratuito, no parece que sea sino otra medida más de los múltiples intentos de contención del gasto de farmacia en el sistema. Eso sí, con mayor intensidad y gran capacidad destructiva (2). La reducción del gasto que se ha difundido por lo medios de comunicación y que proclama el mismo decreto es, el tiempo lo dirá, ilusoria y falaz.
Aparte de las opiniones de voces autorizadas en economía de la salud, basta con analizar las líneas temporales comparativas del gasto farmacéutico por comunidades autónomas, para observar que en la comunidad donde presuntamente se aplicaba esta norma de forma cuasi generalizada, no se ha producido el deseado ahorro.
Seguridad. El peculiar sistema de dispensación que impone este real decreto, encierra una quiebra potencial muy grave de la seguridad en el uso de los medicamentos. Como se ha señalado en sectores relacionados con la seguridad del paciente, la lista de medicamentos que podrán recibir los pacientes cuando su médico les haga una receta por principio activo puede llegar a un numero mucho más allá de lo razonable (3).
En algunos sectores se intenta traspasar la responsabilidad de minimizar este problema al farmacéutico dispensador, intento vano porque el riesgo creado por los perjuicios de esta ley van mucho más allá de que un paciente determinado sin cambios en su tratamiento, pueda recibir cajas y pastillas diferentes cada vez que acuda a una farmacia determinada.
Algunos grupos y sociedades científicas conscientes del problema han apostado por lo que denominan isopariencia. Con el lema de “si son iguales que parezcan iguales” abogan porque la PPA implique la modificación del etiquetado, de tal forma que los envases de un mismo principio activo sean total o parcialmente iguales. El problema es que esta campaña llega tarde, no es más que una suma de voluntades minoritarias y que la medida es bastante difícil de ejecutar. En este manifiesto, al lado de gente que creen honestamente en esta solución, hay otras en las que esta postura es un intento de justificarse ante los más que previsibles efectos adversos, de una orden que han asumido y apoyado más allá de lo que la seguridad de sus pacientes y su propio profesionalismo le recomendaban.
(1) no entramos en este apartado si este objetivo es beneficioso o no para el conjunto de la sociedad.
(2) por lo pronto se ha llevado por delante toda una larga política de uso racional del medicamento y las creencias y trabajo honesto de muchos profesionales médicos y farmacéuticos.
(3) un paciente con 4 medicamentos, podría recibir 811.800 posibles envases de aspecto diferente.
Como la burra al trigo
Como la burra al trigo, los GAL (Gestores Ahorradores y Listillos) vuelven, y vuelven a hacer de las suyas. El comando Osakidetza vuelve a poner en marcha un sistema informático que modifica automáticamente la prescripción de fármacos por sus equivalentes genéricos. Efectivamente ya lo habían avisado hace un año cuando comenzaron «El sistema se extenderá progresivamente a otros medicamentos» .
Lo que no pensaban ni siquiera ellos es que fuera tan fácil. Con el silencio cómplice de la mayoría cordera , el apoyo entusiasta de los tontos «sin reparos» y el poco decoro de la Organización Médica Colegial, lo que era una medida de tanteo se ha amplificado en su segundo año y se ha extendido con diversa formulación por otras delicadas autonomías.
Pues nada pues a seguir mintiendo con las cuentas de la lechera, molestando a los profesionales con marrullerías informáticas y apabullando al que se atreve a discrepar.
Cuando terminen pasando todo a genéricos ¿ que harán? decirnos si hay que recetar o no, ¿lo que hay que recetar y a quien?.
¿Sera eso? No sería una sorpresa, ya lo hicieron en el famoso pandemónium de la gripe A, contra toda lógica y evidencia.
¿Por que no, ahora? la situación de crisis es todavía más intensa y sirve como excusa fácil para cualquier tropelía, como bien sabemos los trabajadores de este país. Ademas siempre habrá gente que con mejor o peor voluntad justificara cualquier medida liberticida en aras de un bien superior: «El ahorro y sostenibilidad» que imponen sobre derechos y deberes fundamentales de la profesión médica.
A Confederacy of Dunces,
La puesta en vigor del nuevo catálogo gallego de medicamentos como todas las cosas en esta vida tiene efectos secundarios, en este caso benéficos como servir para desenmascarar la inconsistencia y simplicidad de los que implantan medidas para la contención del gasto farmacéutico y de quien las aplaude.
En primer lugar hay que reconocer la elegancia de los políticos gallegos que en lugar de recurrir a subterfugios informáticos y restricciones marrulleras a la libertad de prescripción (tipo vasco, cántabro, manchego, castellanoleonés y ahora también extremeño) agarren el toro por los cuernos y asuman su tarea atrayendo hacia ellos la responsabilidad y las consecuencias benéficas (o maléficas) de estas medidas.
Que distintos de esos despreciables políticos que escudándose en los profesionales y aprovechado las herramientas informáticas, caen en la tentación totalitaria de restringir la prescripción de forma furtiva y sibilina.
También es de agradecer que la ley gallega diga textualmente:
En la medida en que la situación económica lo permita, la Xunta de Galicia reinvertirá los ahorros derivados de las medidas previstas en la presente ley en la mejora del sistema sanitario público, especialmente en la atención primaria.
aunque tiene aspecto de bridis a sol al menos no se lo gastan en hospitales como el anuncio del ministerio
Reconocida esta elegancia también hay que contemplar su ingenuidad y falta de visión. El ministerio, como no podía ser de otra forma ha recurrido la ley gallega y además tiene todas las de ganar. Es de sentido común, no se puede estar reclamando criterios de equidad e igualdad de las prestaciones sanitarias en todo el territorio nacional y luego permitir diferentes políticas de medicamentos (que son una prestación sanitaria) según una u otra comunidad autónoma, estas no tienen capacidad para legislar sobre una materia que no es de su competencia. O se hace en todas o no se hace en ningún sitio.
De forma colateral, el catalogo de medicamentos que ha publicado el servizo galego de saúde nos ha traído otras dos sorpresas:
la primera es que muestra de forma gráfica que los medicamentos genéricos tienen diferentes precios, y algunos por tanto algunos no serán financiados. Este hecho pone de manifiesto las contradicciones de la políticas de genéricos realizadas en los ultimos años y que por fin los gestores se atreven a hablar de directamente de gasto si subterfugios, ni coartadas genéricas. Pero eso sí, hay que ser muy pardillo para igualar en la percepción de la gente, sanidad pública con “sanidad barata” y esto es lo que hacen de forma indirecta estas medidas atolondradas.
La segunda sorpresa es que es triste ver como profesionales reputados apoyan estas posturas calificándolas de valientes, hay que ser muy iluso para considerar estas medidas valientes y oportunas.
Aparte de que sean ilegales e injustas, son sobre todo profundamente ineficaces. Este catalogo no va a bajar el gasto farmacéutico y si no al tiempo. La solución al gasto farmacéutico es compleja pero no pasa por pagar más baratos (algunos) medicamentos, sino por conseguir que se prescriban menos medicamentos inadecuados, que la sociedad en su conjunto y los pacientes en particular se responsabilicen del gasto ocasionado, y que el contexto en el que se prescriben los medicamentos se acerque al idóneo y no a una cadena de montaje como en la actualidad.
Cuando nuestro compañeros de guidolandia caigan de su estado, o se recuperen del autosecuestro ideológico que les obnubila el sentido crítico, se darán cuenta que la solución pasa también y sobre todo por la libertad y la dignidad de los profesionales sanitarios.

