Apostillas a entrevista con el Boss
Sigue la versión extendida de la entrevista con Dr Martin Zurro publicada en El Confidencial por David Brunat.
Ud. comentaba que «Tal vez una respuesta más normalizada, menos excepcional hubiera tenido la ventaja de generar menos pánico y menos disrupciones en la vida cotidiana, familiar y social y en la economía – ¿Fue equivocado entonces el mensaje que se trasladó a la población en esas primeras semanas? Esto sería relevante pues España disponía de semanas de previsión respecto a Italia y el caos en sus hospitales.
Que fuera equivocado es una afirmación demasiado severa. Por otro lado la respuesta a este interrogante es muy posible que no se pueda dar hasta pasado un tiempo y conozcamos mucho mejor que ahora todos los aspectos del agente y la pandemia. También es posible que nunca se pueda tener una respuesta segura. A día de hoy más que hablar de equivocación tendríamos que referirnos a distintos enfoques estratégicos en el diseño de las actuaciones, unas más limitativas que otras de las libertades individuales y más o menos agresivas para el orden social y económico.
desde las primeras medidas aconsejadas, se ha centrado, a mi juicio de forma excesiva, el protagonismo en el ámbito hospitalario. Esto que Ud dice tiene relación con lo anterior. ¿Lo adecuado pues habría sido solo acudir al hospital en caso de cuadro severo?
Como ya he comentado, este hospitalocentrismo de los mensajes y las decisiones no deja de ser consecuencia aplicada a este caso de la cultura dominante en nuestros sistemas sanitarios. Parece bastante lógico pensar que, como sucede con otros problemas de salud, la utilización del recurso hospitalario se limite a aquellas situaciones y pacientes de mayor gravedad y complejidad y que precisan de la utilización de medios diagnósticos y terapéuticos que se encuentran concentrados solamente en ese ámbito.
No es muy reconfortante imaginar futuros episodios similares con nuevos o mutantes agentes biológicos. ¿Incluso la experiencia adquirida en esta crisis no es suficiente para ser optimistas respecto a otro episodio futuro, al menos en cuanto a gestión sanitaria y social?
Es obvio que todos, políticos, gestores y profesionales asistenciales e investigadores estamos aprendiendo de esta crisis y que parece razonable esperar que seamos capaces de corregir al menos algunos de los errores cometidos pero, desgraciadamente, no es seguro que se cumpla este aserto en el futuro. Recordemos el dicho de que el ser humano es el único capaz de tropezar varis veces en la misma piedra.
Ud señalaba que «Los políticos de diverso signo ideológico que han gobernado el país se han dedicado a afirmar que nuestro sistema sanitario es un de los mejores del mundo mientras iban recortando los recursos que necesita hasta límites que han puesto en riesgo su efectividad». ¿Se puede seguir afirmando que es uno de los mejores del mundo o se acerca más al mito que a la realidad vistos los recortes y la falta de dotación en esta crisis?
Cuando los políticos afirman que nuestro sistema sanitario es uno de los mejores del mundo es obvio que lo hacen desde una perspectiva de comparación con los de otros países de nuestro entorno y, sin duda, como parte de una estrategia de autocomplacencia y defensiva. Se complacen porque se sienten de alguna forma protagonistas y coautores de esta situación, se defienden ante posibles críticas o demandas de mejora y pretenden descansar con mayor tranquilidad de conciencia tras acometer recortes en sus recursos, como los que se han aplicado tras la crisis económica de 2008.
¿Sería un error centrarnos en buscar una solución futura en ampliar camas UCI, respiradores y demás tecnología hospitalaria?
Está claro que sería un grave error pensar que la solución a esta u otras pandemias futuras debe basarse principalmente en incrementar de forma indiscriminada las dotaciones de recursos tipo UCI. Como en siempre en la vida hay que aplicar el sentido común y ser capaces de generar unos sistemas sanitarios equilibrados, con dotaciones tecnológicas suficientes pero, sobre todo, con una orientación estratégica mucho más centrada en la salud individual y colectiva, con un abordaje intersectorial de los problemas y que actúen como verdaderos motores de cambio de la cultura social actual, esclava de la medicalización y subyugada por el consumo de bienes y servicios, entre ellos los sanitarios.
¿Cómo se podrían reforzar los ambulatorios en el futuro para que hagan de cortafuegos? Con más personal y mejor retribuido, por supuesto, pero quizá dotándolos de tecnologías como radiografías, ecografías, etc evitando el desplazamiento a hospital y cortando una posible cadena de transmisión?
Estos aspectos que menciona son importantes para reforzar los centros de salud pero es necesario que se produzcan en el marco de cambios en la orientación estratégica y en la organización actual de la atención primaria y comunitaria. Es preciso potenciar la vertiente poblacional de las actuaciones de los centros y sus profesionales y desarrollar los vínculos de coordinación cotidiana de estos con el resto de los recursos sanitarios y de otros sectores relacionados con la salud que actúan en el mismo territorio. Tampoco hemos de olvidar que la tecnología y recurso esencial en atención primaria es la comunicación y la relación profesional-paciente en un marco longitudinal (constante en el tiempo) y que para que se pueda desarrollar plenamente precisa de una alta disponibilidad de tiempo asistencial.
Cuando Ud. decía: «En esta pandemia se están evidenciando también los problemas estructurales y de dotaciones de las residencias de personas mayores». Pienso que esto es terrible, pero no lo estamos interpretando como responsabilidad de la sanidad pública sino de la mala gestión histórica de los centros privados, pese a que también hay residencias públicas y la financiación de la dependencia es ridícula. Concrete cómo la desatención pública a la tercera edad puede haber perjudicado en esta epidemia.
En este campo es preciso distinguir entre los conceptos de centro sociosanitario (con una cierta dotación asistencial) y residencias para mayores (habitualmente con prestaciones casi exclusivamente hoteleras y no sanitarias estrictas). Es evidente que el impacto y efectos más negativos de la pandemia se han producido sobre todo en estas últimas aunque ambos tipos de instituciones comparten riesgos derivados de la edad y patologías concomitantes de las personas internadas así como de un alto grado de contacto entre ellas. Si a estas circunstancias le sumamos la posible y frecuente inexistencia de protocolos estrictos de actuación y protección de los cuidadores tenemos servido el cocktail resultante. También hay que recordar que, en muchas ocasiones, los responsables de las políticas sanitarias y sociales han confundido el hecho de que nuestros mayores contribuyan a sufragar total o parcialmente los gastos derivados de su atención en estos establecimientos con su privatización más o menos completa y hayan descuidado la instauración y seguimiento de mecanismos adecuados de acreditación y seguimiento y control de los mismos.
¿Los intereses de privatización, que en algunas comunidades como Madrid o Cataluña son enormes, explican en parte que se desatienda hasta niveles críticos la APyC y se centren esfuerzos en la medicalización?
Ya he comentado antes que nuestro sistema sanitario tiene problemas similares a los de otros de nuestro entorno. Las estrategias neoliberales, de implantación creciente en las últimas décadas, han ido socavando los cimientos de los estados de bienestar europeos y preconizando el paso al ámbito privado de todos o al menos una parte de los recursos sanitarios y educativos, por poner dos ejemplos paradigmáticos. Esperemos que las enseñanzas derivadas de esta pandemia sirvan para evitar las tentaciones de privatización que tienen los políticos conservadores e incluso algunos socialdemócratas.
Para terminar, usted incide en que necesitamos cambiar el paradigma e ir hacia un enfoque más salubrista, empezando por el propio individuo. Explique brevemente en qué se concretaría eso.
Cuando hablamos del enfoque salubrista queremos contraponerlo al clásico de los sistemas sanitarios de nuestro entorno, centrados en la atención reparadora de las personas enfermas. Es preciso que la misión primordial, la brújula, de los sistemas gire hacia el norte de la salud y que considere que su potenciación, mantenimiento y restauración han de ser el resultado de estrategias y actuaciones intersectoriales sobre sus determinantes sociales, liderados por el nivel socioeconómico y cultural de las personas y comunidades y por el conjunto de sus condiciones vitales.
Yo tengo dudas que me originan más preguntas, aunque no me parecen fáciles de responder. Una es cómo se gira hacia los determinantes sociales la brújula del sistema, cuando los intereses económicos que lo mantienen se orientan en una dirección bien distinta; otra es quién debería hacerlo: ¿la población, los sanitarios, los políticos o quizá las grandes corporaciones en contra de su propio lucro? Muchas gracias.
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Apreciada Concha. Todos, encabezados por la población.
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