Retos y oportunidades para la práctica generalista en la era de la tecnología y la IA
Está a punto de publicarse un más que interesante artículo titulado Challenges and opportunities for generalist practice in the era of technology and Al de F. BorrellCarriö y Josep Vidal Alaball en Revista Clínica Española.
He tenido la fortuna de poder leerlo y entre Perplexity y yo, hemos hecho un resumen.
Resumen
El artículo aborda cómo la medicina que ejercen los generalistas puede experimentar una transformación (los autores lo dan como hecho) gracias a tres pilares fundamentales:
- Formación continuada enfocada en la adquisición de hábitos clínicos sólidos y adaptativos,
- Integración de tecnología avanzada al alcance de todos los profesionales (desde dispositivos diagnósticos portátiles hasta sistemas de telemedicina)
- Aparición de la inteligencia artificial (IA) como soporte en la reflexión y toma de decisiones clínicas personalizadas.
Supongo que ese último apartado se podía haber incluido en el segundo; al fin y al cabo, la IA es tecnología avanzada, o al menos así lo queremos seguir considerándola.
Pero veamos estos tres pilares con detalle:
1. Formación continuada para modificar hábitos clínicos
Se recalca que, una vez que el acceso al conocimiento está democratizado, el diferencial profesional radica en los hábitos de reflexión y los hábitos clínico-comunicacionales. El desarrollo de hábitos inteligentes —capaces de adaptarse a entornos complejos y siempre basados en las necesidades y valores individuales de los pacientes— (debe) representar el eje de la formación. La formación continuada no debe limitarse a la adquisición de información, sino transformar la práctica clínica mediante ejercicios de reflexión sobre valores, seguridad clínica y comunicación.
Se proponen estrategias formativas tanto institucionales (laboratorios de habilidades clínicas, simulaciones, escenarios de resolución de problemas, entrenamiento en flexibilidad cognitiva y metacognición) como individuales (grabación de consultas, feedback con expertos, consultas compartidas periódicas).
2. Disponibilidad e integración de tecnología avanzada
El profesional generalista del siglo XXI debe disponer (poseer, según los autores) de un set de herramientas tecnológicas fundamentales: estetoscopio digital, ecógrafo de bolsillo, endoscopio digital, electrocardiógrafo portátil, oxímetro avanzado, dermatoscopio espirómetro digital, acceso a telemedicina (síncrona y asíncrona), así como pruebas de laboratorio rápidas para uso en consulta. Estas herramientas deben incorporar tecnología de IA para facilitar diagnósticos, monitorización y toma de decisiones.
A nivel institucional, la IA debe aprovecharse para optimizar procesos organizativos (como agendas inteligentes adaptadas a la complejidad de los pacientes, análisis de adherencia terapéutica, monitorización poblacional). Garantizar la equidad en el acceso y uso de la tecnología, así como la actualización y adquisición de competencias técnicas, requiere políticas institucionales y acuerdos con entidades para facilitar formación y adquisición de herramientas.
3. La IA como ayuda para la reflexión clínica personalizada
La inteligencia artificial puede actuar como consultora clínica, supervisora de la práctica profesional y como instrumento de análisis poblacional. Puede recomendar medidas preventivas personalizadas, evaluar adherencia, detectar enfermedades no diagnosticadas, identificar interacciones farmacológicas y predecir riesgos en pacientes vulnerables.
La aplicación efectiva de la IA requiere validación rigurosa de las herramientas disponibles, con avales de calidad y seguridad clínica. Se recomienda a los profesionales seleccionar sistemas y bots adaptados a sus necesidades y acreditados por expertos, sin depender únicamente de la administración, ¡ojo a la recomendación!
4. Falacias, riesgos y precauciones
El artículo desmonta mitos recurrentes, como la creencia de que la IA reemplazará la necesidad de formación continua en los médicos, o que los médicos serán menos responsables de los resultados clínicos por seguir indicaciones de IA. Al contrario, el médico debe ser un intérprete experto de la información generada por la IA, aportando juicio clínico, experiencia y visión sistémica del paciente en su contexto biopsicosocial. La responsabilidad clínica sigue residiendo plenamente en el profesional.
El texto también señala el riesgo de que los sistemas de IA desarrollados únicamente a nivel local pueden quedar obsoletos o ser menos competitivos que soluciones internacionales, recomendando acuerdos y estándares de calidad para su adopción.
Como conclusiones, se incluyen los siguientes puntos y recomendaciones, no todas soportadas explícitamente en el texto: ¿Mala jugada de Perplexity?
- Promover la formación continuada, activa y contextualizada.
- Facilitar el acceso a tecnología tanto desde el ámbito institucional como favoreciendo y apoyando el individual.
- Priorizar la validación y seguridad de herramientas de IA.
- Fomentar un ejercicio clínico reflexivo, personalizando la medicina basada en evidencia.
- No abandonar los instrumentos clásicos (como la exploración física y la anamnesis exhaustiva) como elementos de “tecnología de punta”.
Sin olvidar que la tecnología, incluida la IA, debe orientarse siempre a potenciar la competencia clínica, la seguridad del paciente y la calidad humana de la atención.
