Kafka en la Comunidad de Madrid

Frank va a viajar a Guinea Ecuatorial durante unas semanas, alertado por la empresa donde trabaja acude al Centro de Vacunación Internacional del Ministerio de Sanidad (horrorosa Web) sito en la Calle/ Francisco Silvela, 57, allí una amable Doctora le recomienda, entre otros consejos, seguir profilaxis antipalúdica  con 1 comprimido semanal de MefloquinaLariam ®, le extiende un receta (que por cierto no cumple el Real Decreto 1718/2010, de 17 de diciembre, sobre receta médica y órdenes de dispensación), no obstante le avisa que este medicamento no está disponible en las farmacias de calle y debe acudir para conseguirlo a la Sección de medicamentos extranjeros de la Comunidad de Madrid sito en la Calle Sagasta nº 6.

kafka2.PNGAllí se dirige presuroso y cuál es su sorpresa cuando le dicen que debe abonar el medicamento y que el precio varía según aporte o no receta de la Seguridad Social (sic).

El precio a pagar varía sustancialmente y ellos no hacen las recetas, así que tiene que dirigirse a su centro de salud y pedir cita con su médico de familia para que se las haga.

Por la tarde, y mientras espera entre toses e impaciencia repasa el papelillo que le han dado, donde se especifica que el medicamento está FINANCIADO (así con mayúsculas) por el Sistema Nacional de Salud, los euros que cuesta con o sin receta oficial, termina con la siguiente frase: “Nosotros aceptamos recetas hechas a mano, ya que, al ser un medicamento no comercializado en España, no aparece en la base de datos de prescripción.” (de la Historia Clínica Electrónica). Eso sí, se despiden con un saludo.

Frank piensa que serán instrucciones para el medico de cabecera que no deber estar muy familiarizado con estos vericuetos administrativos, seguro que se sorprenderá cuando vaya a cumplimentar la receta y no encuentre el dichoso medicamento en su lista de medicamentos informatizada. En cierto modo lo agradece, pero en cuanto recuerda que tiene que volver a la calle Sagasta, el agradecimiento se torna en enfado, no menor que el del ocupado médico de familia que tiene que rellenar la receta “a mano».

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