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No necesitamos una niñera para los catarros

Margaret McCartney: No necesitamos un exceso de cuidados para los catarros

Traducción libre de Margaret McCartney. We don’t need nannying for colds.BMJ 2017;356:i6760

El invierno significa pañuelos, y la respuesta del NHS esta temporada, es una campaña con una cancion del coro del NHS. De manera brillante y melodiosa, ensalzan mensajes para mantenerse abrigados, tomar alimentos y bebidas calientes, y vigilar a los más mayores. Pero también nos recomiendan, «Consulte a su farmacéutico, a la primera señal de un resfriado.»  La página web de NHS repite esto: «Siempre consulte a su farmacéutico al primer síntoma de resfriado o de tos, antes de que se agrave»

   

Vamos a analizar esto. Al NHS le gustaría que todo el mundo con algún síntoma de tos o de catarro visitará la farmacia. Esto significa que toda la población del Reino Unido hará una visita a la farmacia entre dos y cinco veces al año.

¿Y en concreto por qué? Tener un catarro es  parte de la  vida del ser humano. Toses y catarros van y vienen, y los pocos tratamientos basados en pruebas (la mayoría proceden de  múltiples minoristas, tales como garajes)  no son curativos, sino que solamente proporcionan una moderada reducción en la duración o la intensidad de los síntomas. Sin embargo, el NHS aconseja que la tos y los catarros necesitan de la intervención de un profesional para evitar que “vayan a más”. 

Esta es una idea que no se sustenta en ninguna evidencia. Es también un buen ejemplo de sobrediagnóstico y sobretratamiento, mediante la creación de un alarmismo a escala nacional. Un catarro se cura solo. No necesita tratamiento para su curación. No se va a convertir en algo «más grave» sin el consejo de un profesional sanitario. Es un catarro. Un problema autolimitado por definición.

He perdido la cuenta de las personas que van al médico de familia porque un tratamiento no les ha curado el catarro en uno o dos días.

La forma en que percibimos y tratamos enfermedades menores se ha intensificado gracias al sentimiento de aversión al riesgo que en contra de lo que parece intuitivo genera más riesgo. Se sabe que hay muchos síntomas que son frecuentes pero que no hacen a la gente ir a consultar al médico–el «efecto iceberg«. Estas campañas alarmistas hacen que haya más gente que vaya al médico que más que beneficiarse, les pueden exponer a los efectos secundarios  de una medicina que no necesitan.

He perdido la cuenta de las personas que van al médico de familia porque un tratamiento (no basado en pruebas) dispensado en una farmacia, no les ha curado el catarro en uno o dos días. Algunos también pueden haber descartado la cita con el médico por ir a una farmacia por los síntomas del resfriado, ahorrando así tiempo al MF. Pero fomentar la asistencia con cualquier profesional sanitario hace que los farmacéuticos dediquen más tiempo a gente que va a mejorar con independencia de su consejo. Eso deja menos recursos para las personas con necesidades más importantes. Esto conlleva a una inequidad evitable en la asignación de recursos.

En cambio, necesitamos mejores consejos para cuidarse durante el invierno. La verdadera cuestión sería: ¿Cuáles son los síntomas de riesgo de enfermedades importantes que se pueden prevenir, y dónde y cuándo se debería atender a la persona? ¿Cuándo una persona requiere asistencia, y cuando podemos dejarla tranquila, asesorados por la evidencia y no por el miedo a campañas alarmistas. Esto no es autocuidado. Es cuidado de la farmacia, que es muy diferente, y viene con oportunidades de venta asociadas.

 

 

vitaminas de cariño

Ayer me dijo la madre de una paciente: “una sonrisa  y unas buenas palabras como las que nos acaba de regalar, valen mucho más que muchas medicinas”. Creo que tenía razón pero no por el tópico sentimentaloide al uso, sino por otros dos motivos: el primero porque en verdad es difícil esbozar una sonrisa al final del día a una paciente sin cita. Sobre todo tras ver más de cuarenta, pelearse con dos o tres, firmar chiquicientas recetas y atender doce pseudourgencias.  La colusión de (malos) intereses entre la administración sanitaria, que da vacaciones en lugar de dinero, y unos profesionales engolfados en un sistema perverso (se aguanta lo que sea con tal de ausentarse el día que prefieras) hace que en estas fechas: el lío, la (des)atención y el semicaos sean la norma en los centros de salud.

El segundo motivo es que se va demostrando el efecto terapéutico de la relación entre médico y paciente, tanta veces comentado y ensalzado, pero pocas demostrado con resultados en salud. Un estudio publicado en la revista Family Medicine, muestra que existe una relación entre la capacidad de empatía de los médicos durante la consulta y la intensidad y duración de los síntomas del resfriado. En Practitioner Empathy and the Duration of the Common Cold y como parte del ensayo PEP (Physician, Echinacea, and Placebo Trial) se aleatorizaron trescientos cincuenta pacientes mayores de doce años con resfriado común a dos grupos: uno  que recibía durante la consulta un trato estándar y un grupo con un tipo de consulta en la que se intentaba aumentar la empatía por parte del médico. Cada paciente calificó la consulta de acuerdo a un cuestionario específico para valorar la empatía durante la consulta (Consultation and Relational Empathy-CARE-) y los médicos contestaron a un cuestionario de dos preguntas para evaluar su satisfacción con la consulta y con el paciente. Por otro lado y como medidas de resultado se evaluaron la intensidad de los síntomas de resfriado mediante cuestionarios auto-administrados, la duración de estos síntomas y la realización de lavado nasal para medir la interleuquina 8 (IL-8).

Los resultados mostraron que en las personas  que daban la puntuación máxima en el cuestionario CARE (puntuación de 50) la duración del resfriado fue más corta (media de 7,10 días frente a 8,01 días), y hubo una tendencia (sin significación estadística) hacia una menor gravedad  de los síntomas y a una mayor concentración en los niveles de IL-8. Estos resultados se mantenían tras considerar posibles variables de confusión. La conclusión de los autores es que la empatía del clínico, según la percepción de los pacientes con resfriado común, predice de manera significativa la duración y la gravedad posterior de la enfermedad y se asocia con cambios en el sistema inmunológico.

Qué pena que no se haya evaluado para la gripe A, aunque se intuye que los resultados serían parecidos a los del tamiflu de la narices. Entre lo que se hubiera ahorrado en medicamentos y “escupideras” habría dado para conseguir más médicos, más empáticos y más simpáticos que es todo lo contrario a estar sobrecargado, ninguneado y cabreado como estamos los médicos de atención primaria en estas fechas y especialmente en Madrid

The Dark Side of Linus Pauling’s Legacy o cosas para las que no sirve la vitamina C

Linus Pauling, Ph.D. (1901-1994), was the only person ever to win two unshared Nobel prizes. He received these awards for chemistry in 1954 and for peace in 1962. He contributed greatly to the development of chemical theories. His impact on the health marketplace, however, was anything but laudable.

Pauling is largely responsible for the widespread misbelief that high doses of vitamin C are effective against colds and other illnesses. In 1968, he postulated that people’s needs for vitamins and other nutrients vary markedly and that to maintain good health, many people need amounts of nutrients much greater than the Recommended Dietary Allowances (RDAs). And he speculated that megadoses of certain vitamins and minerals might well be the treatment of choice for some forms of mental illness. He termed this approach «orthomolecular,» meaning «right molecule.» After that, he steadily expanded the list of illnesses he believed could be influenced by «orthomolecular» therapy and the number of nutrients suitable for such use. No responsible medical or nutrition scientists share these view

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